lunes, 27 de octubre de 2014

Capitulo 25: ¡Feliz Navidad!

«¿Me he vuelto loca ya?», se preguntó______________ mientras se miraba en el espejo grande el baño. En realidad las profundas ojeras, la piel arrugada del contorno de los ojos tras el patético lloriqueo de la noche anterior y el cabello despeinado y enredado… no ayudaban mucho a encontrar una respuesta coherente que despejase sus dudas.
«Vale. Ahora, aparte de loca, también soy fea. Dos puntos extra.» Se sentó sobre el borde de la bañera mientras esta se llenaba de agua. Necesitaba con urgencia darse un baño relajante.
Los acontecimientos de la noche anterior la habían dejado aturdida. En primer lugar, todavía no lograba imaginarse a su aniñado Harry acostándose con aquella chica de la fiesta de no sé quién cuando tenía novia. En segundo lugar, debería haberle preguntado antes cuál era su apellido. En realidad lo indicaba en los papeles correspondientes del intercambio, pero no le había prestado atención y, aunque lo hubiese hecho, no lo habría creído.
Un Styles… El mimado, rico e imbécil hijo del famoso matrimonio Styles Cox. El padre, dueño de una de las mayores empresas del mundo. La madre, una de las abogadas más prestigiosas de toda Europa.______________ se abofeteó a sí misma, intentando despertar así de aquel confuso sueño. Pero no pasó nada. Siguió allí, absorta, escuchando el sonido del agua caer conforme la bañera se iba llenando.
Por otra parte, empezaba a entender cómo y dónde había crecido Harry, Ahora todo tenía sentido, porque, claro, no era solo Harry sino Harry Edward Styles Cox. Esa última palabra lo cambiaba todo de un modo radical.
Se desvistió, cerró el grifo y se sumergió en el agua. Respiró hondo, relajándose. Inclinó la cabeza hacia atrás, hundiéndola hasta mojarse todo el pelo. Innumerables pensamientos volvieron a invadir su mente.
De todos modos a ella le daba igual quién era Harry, Le importaba lo que había vivido con él, ni más ni menos. Y, si él había terminado engañando a su novia, que era una amiga e iba a su misma clase, ¿cómo podrían mantener ellos una relación a distancia? Se iría con otra a la primera de cambio, seguro._____________ no quería pasarlo mal, no deseaba hundirse por las noches en el sofá del comedor, al lado de su simpático amigo helado de chocolate, mientras recitaba una vez tras otra los diálogos de Romeo y Julieta y se preguntaba, angustiada, qué estaría haciendo Harry Porque su paranoica mente se lo indicaría enseguida: estaría… con otra.
Exhaló aire por la nariz con la cabeza sumergida en el agua, un montón de burbujas pequeñas subieron a la superficie. Después volvió a sacar la cabeza y encontró fuerzas para echarse un poco de champú y frotarse el cabello sin demasiadas ganas. Llamaron a la puerta del baño.
—¡__________________!
Era el traidor. Fingió que acababa de quedarse sorda.
—_______________, sé que estás ahí —prosiguió él—. ¿Puedo pasar?
—¡NO!
Esta vez sí contestó, porque no recordaba si había puesto el pestillo y temía que él entrara sin demasiados miramientos. Por si acaso, corrió la cortina de la bañera.
—¿Por qué no?, ¿qué estás haciendo?
—Duchándome.
—Ah, vale. —Harry bajó el tono de voz—. Pues te espero en la puerta hasta que termines.
_____________ resopló. La estaba acorralando. Claro que ella le había evitado en numerosas ocasiones. La noche anterior, tras descubrir que el empresario Des Styles era su padre, había corrido despavorida hasta su habitación y se había encerrado allí a cal y canto, tal como había hecho también esa misma mañana. Solo salió —a toda prisa— cuando escuchó la voz de Harry y advirtió que este se encontraba en la planta baja de la casa. Ahora él no pensaba dejarla escapar otra vez, y comportándose como un hippie en la acción de manifestarse, había decidido hacer una sentada frente a la puerta del baño; solo le faltaba una pancarta reivindicativa que dijese: «___________ ¡deja de huir! El pueblo te necesita». Total, viviendo ambos entre las mismas cuatro paredes, poco podría haber hecho por evitarle. Mucho menos teniendo en cuenta que aquel día era Navidad y celebraban la comida con toda la familia.
Y lo que era aún peor, esa misma noche se darían los regalos,____________ no quería darle su regalo a Harry, lo que realmente deseaba era estampárselo en la cara y que el golpe le dejase una buena cicatriz. Rió tontamente, sola, rememorando algunos días atrás, cuando incluso llegó a suponer que Harry sería virgen. ¡Ja! Qué tonta e ingenua era.
Poco después salió de la bañera y se vistió lentamente. Intentó tardar todo lo posible para desesperar a Harry . En efecto, cuando finalmente abrió la puerta del baño, él la miró con cara de pocos amigos y los brazos cruzados con ademán protector.
—¿Pensabas celebrar el día de Navidad en el baño o qué? —Ojeó su reloj de pulsera—. Has tardado más de una hora.
—Puede que sea impuntual, pero no traidora… como otros.
Harry notó que un pequeño escalofrío le recorría el cuerpo. Se le puso la piel de gallina y dio algunos pasos al frente intentando calmar la desagradable sensación. Eso había sido un golpe bajo por parte de _______________
—¿No podemos hablar sobre el tema? —le preguntó.
—Es Navidad, Harry—dijo ella—. Ya hablaremos más tarde, esta noche, quizá, ahora no es el momento.
Harry la miró confuso.
—Entonces… ¿seguimos juntos?
Ella resopló, con el cuerpo ligeramente vuelto en dirección a su habitación. Se giró una última vez antes de marcharse definitivamente.
—Déjame en paz.
Y desapareció, tras cerrar de golpe la puerta de su habitación. Harry se quedó ahí de pie, extremadamente quieto, como si todo lo que se encontraba a su alrededor quemase de algún modo misterioso. Después chasqueó los dedos y una sonrisa maliciosa se apoderó de sus rojizos labios. Bien, vale, pues si ______________ no quería ni siquiera escucharle durante unos míseros minutos, él no pensaba rebajarse más. Además, si supuestamente ya no estaban juntos, ¿importaba mucho cómo se comportase? Él creía que no. ¿Y qué mejor día para demostrárselo que durante la comida familiar de Navidad?
Pasadas unas horas, todos se encontraban sentados a la enorme mesa de madera del comedor. La señora Graham obligó a Marcus a vestirse de un modo adecuado (o sea: unos vaqueros que no estaban rotos y una camiseta que no reflejaba su innato amor por Irlanda y que todavía no se había desteñido por el paso de los siglos). Habían acudido algunos familiares, ante los que Harry se había presentado con elegancia y sofisticación (ya les demostraría más adelante quién era en realidad). Por una parte estaban los padres de la señora Graham, un matrimonio de ancianos que parecían odiarse mutuamente: el señor Rolan y su esposa, Margerot, que era una especie de saco de arrugas con dos ojos y una enorme nariz aguileña que a Harry le daba mala espina.
También había acudido la hermana del señor Graham, que se llamaba Amber, junto a sus dos extraños hijos gemelos, que tendrían unos catorce años. Una vez llegaron todos, se acomodaron para comer. _______________evitó descaradamente la fría mirada que Harry le dirigió. Afortunadamente, la señora Graham había recordado que Harry era vegetariano; le había preparado una ensalada, evitando que comiese pavo como hacían todos los demás. A Harry le gustaba ser la excepción.
—¡Disfrutemos de la comida navideña! —exclamó Samantha, tras servir a cada uno su plato.

«Eso, mi querida __________, ¡ya verás cuánto vamos a disfrutar!», pensó Harry , y sus ojos verdes brillaron traviesos. Pasados unos segundos de silencio, la abuela de __________ le sonrió y le señaló con uno de sus arrugados dedos.
—Un chico tan guapo como tú tiene que tener novia —comentó.
Era su oportunidad. Harry dejó el tenedor y el cuchillo sobre la servilleta y cruzó elegantemente las manos sobre la mesa.
—No sé qué decirle, señora —contestó, y le dirigió a ____________una mirada significativa—. ¿Tú qué opinas, ______________?, ¿tengo novia?
Ella apretó el cuchillo con las manos, conteniéndose de no lanzárselo a Harry a modo de diana, hasta que los nudillos se le tornaron de un color blanquecino. Harry sonrió con más ganas. Marcus confundido, les miró.
—Creo que me he perdido algo.
—Sí, te has perdido ciertos detalles del pasado de Harry que no tienen desperdicio —le indicó su hermana con fingida amabilidad.
—Pero ¿el jovencito tiene novia o está buscando? —insistió la abuela—. Porque yo tengo una amiga, Berta, que ahora es viuda, pero está de buen ver y prepara unos pastelitos de arándanos deliciosos.
El esposo de Margerot, el señor Rolan, suspiró con desgana.
—¡Marge, por Dios!, que tu amiga tiene setenta años y pesa ciento cincuenta kilos.
Harry tragó saliva despacio y creyó sentir un hormigueo extraño ascendiendo por todo su cuerpo. Los padres de____________ reían tranquilamente.
—Piénsatelo, Harrysito ; oportunidades así no surgen todos los días.
—Desde luego, señora —contestó apesadumbrado—. Y me llamo Harry
—Ah, pues eso, Harry.
______________fingió que se limpiaba la boca con la servilleta para que nadie advirtiese la vengativa sonrisilla que cruzaba su rostro de lado a lado.
—No hagas caso a mi mujer, está chiflada —le aconsejó el señor Rolan—. Quise divorciarme de ella el mismo día en que me casé.
—¡Papá! —se quejó la señora Graham, abochornada.
—Déjale, hija, no tiene arreglo —replicó Margerot—. Siento que tuvieses que crecer con un padre así, debí haber elegido mejor.
—Y yo siento que vivieses una infancia al lado del demonio —añadió él, señalando a su mujer con el tenedor.
El señor Graham se removió incómodo en su silla.
—Está bien, ¡ya basta! Les recuerdo que estamos celebrando la Navidad.
El silencio reinó en la mesa durante los siguientes cinco minutos. Harry siguió comiéndose su insípida ensalada mientras miraba a __________ de reojo. Se preguntaba si, de continuar juntos, terminarían comportándose como sus abuelos. Casi podía ver reflejado en ellos cómo sería su futuro cincuenta años después.
La señora Graham parecía seriamente disgustada por los comentarios que sus padres se dedicaban el uno al otro; prefirió permanecer en silencio.
Harry aplastó un trozo de tomate con el tenedor y el jugo salpicó el brazo de Marcus, que se encogió de hombros y ni siquiera se dignó limpiarse. El inglés observó asqueado su alrededor; la comida navideña era muy aburrida y se preguntaba cómo podría hacer que fuese algo más animada. Sonrió poco después, dirigiéndose al señor Rolan.
—Entonces, ¿por qué se casó con su mujer?
—Porque la dejé preñada… ¡y en qué mala hora!
La anciana le dio un fuerte pisotón, bajo la mesa, y él gimió dolorido. El señor Graham suspiró apesadumbrado. Los gemelos seguían comiendo en silencio, y la tía de____________ apenas pestañeaba. Todos los habitantes de la casa parecían haber muerto en vida.
Harry ojeó a _______________mientras ella cortaba distraída un trozo de carne. Tenía el contorno de los ojos ligeramente arrugado a causa de las numerosas lágrimas que, seguramente, había derramado la noche anterior. Aun así, pensó que estaba guapa y casi se asustó cuando advirtió las ganas que tenía de acariciar sus rosadas mejillas.
—Harry , cielo, ¿te has quedado con hambre? —le preguntó Samantha mostrándole una de sus encantadoras sonrisas.
Él negó con la cabeza. No tenía apetito. Mirar a ___________le quitaba las ganas de comer; quizá porque a veces pensaba que podría llegar a alimentarse de la inocencia que emanaba su rostro… Suspiró, melancólico, y sacudió la cabeza sintiéndose torpe y confuso.
—Yo shi tengo mash hambre, mami —dijo Marcus con la boca todavía llena. Algunas migajas de pan revolotearon hasta posarse sobre el mantel rojo.
Harry le dedicó una mueca de asco e hizo una complicada reflexión sobre qué demonios vería Nixie en aquel orangután.
—Ahora sacaré unas galletas de jengibre —respondió Samantha.
Se levantó y empezó a recoger los platos; Harry la ayudó en la tarea. Juntos se dirigieron a la cocina; la señora Graham le tendió una bandeja y le pidió que colocara en ella las galletas de jengibre. Ella se dedicó a fregar; al cabo de unos minutos, le miró de reojo de forma significativa.
—¿se han peleado? —preguntó con cierta timidez—. Ayer ___________estaba muy disgustada.
—Yo no le he hecho nada… a ella —repuso, encogiéndose de hombros
—No te preocupes, cielo, se le pasará. —La señora Graham le palmeó la espalda con afecto, tras secarse las manos en el delantal—. _____________es demasiado quisquillosa, seguro que se ha enfadado por cualquier tontería.
En ese mismo instante,___________ entró en la cocina y puso los ojos en blanco. Se cruzó de brazos, y Marcus que caminaba a su espalda, chocó contra ella.
—¡Eh!, ¿qué haces ahí parada? Aparta —musitó.
—¿Por qué estáis hablando de mí? —gritó, consternada—. En serio, mamá, quiero que se marche de esta casa. No lo aguanto más.
—__________! ¡No seas maleducada!
Marcus abrió mucho la boca, sorprendido.
—¿Quieres dejarme sin cuñado? ¡Tú no tienes corazón! —Apuntó a su hermana con un dedo acusador, luego se acercó a Harry , que permanecía quieto y serio como un buen soldado romano, y le rodeó los hombros con el brazo—. ¡Traidora de sangre!
—Pero ¿qué demonios dices? —__________ frunció el ceño—. ¡Mamá, haz algo!
La señora Graham balbució algunas palabras incomprensibles y agradeció la llegada de su marido. Dio un paso al frente, desorientada, hasta situarse a su lado.
—Cariño, diles que no discutan, por favor.
—No discutan , chicos —murmuró él con voz monótona—. ¿Qué es lo que les pasa?
_____________le dio una patada a la nevera, enojada y todos retrocedieron para alejarse de la furiosa chica. Ella miró fijamente a Harry . Tenía ganas de llorar.
—¡Te odio! Eres desquiciante e insoportable —le acusó sin piedad—. ¡Y si mi hermano te apoya es porque no tiene ni idea de todo lo que dices sobre él a sus espaldas!
Marcus observó de reojo a su compañero, asombrado, y preguntándose si su hermana decía la verdad. A lo lejos se oyó la voz gritona y aguda de la abuela de ___________ que, al parecer, cantaba un villancico.
—«Canta, ríe, bebe, que hoy es Nochebuena, que en estos momentos no hay que tener pena…»
Harry tragó saliva despacio; los cantares de Margerot no ayudaban en absoluto. La situación era caótica. Logró enfrentarse a la mirada de Marcus, pero no fue capaz de negar las palabras de ________________ Ella tenía razón, lo más bonito que le había dedicado hasta el momento eran algunos apelativos sueltos como «neandertal» o «mendigo». Y ahora se sentía mal, porque extrañamente había empezado a cogerle cierto cariño a… ese misterioso ser.
—¿Hablas mal de mí ? —Marcus le miró apenado, parecía a punto de llorar—. Joder, colega, con todo lo que yo te defiendo…
—«Dale a la zambomba, dale al violín, dale a la cabeza y canta feliz… Al chico de mi portera, tera…»
Harry cerró los ojos con fuerza. Quería escapar de allí como fuera. Toda la familia Graham le miraba en silencio, esperando a que dijese algo. Pero se había quedado mudo. Marcus se apartó de su lado y salió de la cocina caminando a trompicones. ____________siguió a su hermano. Se oyeron algunas puertas cerrarse de golpe. La señora Graham se tapó los oídos, procurando no escuchar el animado canto de su madre, y poco después desapareció también con la bandeja de galletas de jengibre en las manos. Harry se quedó a solas con el señor Graham, que le miró con indiferencia y se encogió de hombros.
—Esta familia es una mierda —suspiró y apoyó su mano en el hombro de Harry . Parecía no tener fuerzas para seguir viviendo—. En fin, Chico ¡feliz Navidad!

Capitulo 24: Las piedras del camino.


Tras la llamada, casi media hora después, un coche negro apareció frente a su banco y subió en el asiento del copiloto sin mediar palabra. Se colocó bien el cinturón de seguridad y, una vez hubo revisado dos veces el enganche, se dignó mirar al conductor.
—¿Qué es exactamente lo que ha pasado? —preguntó Gorth, mientras conducía calle abajo y terminaba dirigiéndose hacia la avenida principal.
Harry resopló molesto. Ahora no sabía si había sido una buena idea llamarle. Pero la noche del cumpleaños de Marcus advirtió que___________________ le tenía bastante cariño al Chico Arma, ya que no dejaba de defenderle. Y teniendo en cuenta que era, al parecer, la única persona mínimamente inteligente de todas cuantas había conocido durante aquellos días… acudir a él había sido su única opción.
Pese a sentirse ligeramente culpable, le había molestado la reacción de ___________. ¿Por qué había salido corriendo? ¡A ella no la había engañado, así que no le parecía justo que se comportase así! Después del descarado abandono, no se sentía con fuerzas para regresar y presentarse en la casa de los Graham. Todavía le quedaba algo de orgullo.
—Hemos hablado de mi pasado —le confesó, hablando en voz baja—. Solo le he contado que engañé con otra a mi primera novia. Y se ha enfadado.
—¿Ha gritado mucho? —Gorth le miró de reojo, sin dejar de conducir.
—No, nada —suspiró—. Lo único que me ha dicho ha sido: «¿Quién demonios eres Harry ?» —repitió con retintín, intentando imitar la voz de _________________
—Entiendo. Eso significa que el enojo es grande.
—Ah —exclamó sorprendido—. ¿________________ tiene un lenguaje especial respecto a sus enfados? Me ayudaría mucho aprendérmelo de memoria, la verdad.
Gorth rió ante sus palabras.
—No exactamente. —Chasqueó los dedos—. Pero esas cosas se saben con el paso del tiempo, cuando conoces a una persona.
Gorth aparcó el coche frente a una acogedora cafetería y poco después ambos entraron en ella. Se acomodaron en la mesa que Harry eligió —tras evaluar detenidamente la suciedad camuflada en su superficie— y pidió un zumo de naranja natural, contrariamente a Gorth, que optó por un buen tazón de café con leche.
—Vale, a ver si consigo aclararme. —El Chico Arma se llevó las manos a la frente, apartándose algunos mechones de pelo—. Todo iba perfecto, hasta que le has confesado que tiempo atrás engañaste a una chica, ¿cierto?
Harry asintió con la cabeza.
—Deberías haber supuesto que________________, en realidad, es bastante… inocente. No sé si sabes a qué me refiero.
—Sí.
Ladeó la cabeza y observó la ropa de su compañero. No le gustaba la calavera que colgaba de su cuello ni tampoco aquella gabardina negra y larga que le recordaba a la capa de La Muerte. Continuaba pintándose los ojos, y Harry se preguntaba si las profundas ojeras eran naturales o también fruto de un estrafalario maquillaje.
—¿Tú quieres estar con ella?
La cuestión le pilló desprevenido. Alzó la cabeza y miró fijamente a Gorth, algo confuso. Habría sido más fácil charlar sobre lo ocurrido en la feria que enfrentarse a esa peligrosa pregunta. Porque él no quería pensar en ello. Claro, se sentía bien a su lado. Demasiado bien, incluso. Pero ¿qué ocurriría cuando tuviese que regresar a Londres?, ¿qué pasaría con ellos? Quizá ya era tarde para reflexionar sobre todo aquello. Harry no había advertido exactamente en qué momento sus sentimientos hacia __________________-cambiaron. Probablemente porque se trató de un proceso lento y progresivo, casi imperceptible hasta para él mismo.
—Sí.
—Vale —Gorth sonrió—, esa era la respuesta que estaba esperando.
—Y ahora, ¿qué? —insistió—, ¿qué se supone que debo hacer?
Gorth se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—Tú sabrás. No es asunto mío.
Harry parpadeó en exceso, molesto.
—¿Para qué demonios me molesto en llamarte si ni siquiera me ayudas?
—Quizá a veces sea bueno tener un poco de compañía —contestó Gorth, ahora más serio.
—No necesito compañía, no necesito a nadie, ¿entiendes? —Le señaló con un dedo acusador, enojado sin saber muy bien por qué—. Puedo valerme por mí mismo, siempre lo he hecho.
—Entonces, ¿por qué has acudido a mí?
Harry frunció los labios, y un tenso silencio se instaló entre ellos. Gorth le miró con cariño, tras darle tranquilamente un sorbo a su café con leche.
—¿Necesitas un lugar donde pasar la noche? Puedes quedarte en mi casa, si quieres —le ofreció.
Harry respiró hondo, recobrando la compostura y calmándose de nuevo. En realidad no tenía ninguna razón para enfadarse con Gorth. Bastante había hecho el Chico Arma acudiendo a su encuentro aun cuando apenas le conocía.
—No, pero te agradecería que me llevaras a casa de ___________________
—Eso está hecho.
Terminaron de tomarse sus bebidas mientras charlaban sobre temas que nada tenían que ver con la joven que se apoderaba de la mente de Harry, Hablaron sobre el cambio climático, sobre asuntos de política, y luego Gorth contó dos chistes que, sorprendentemente, le hicieron reír. Más tarde, y cuando Harry se hubo sentido algo más seguro, él le llevó a casa y paró el coche frente al hogar de los Graham. El inglés se quitó el cinturón de seguridad.
—Espero que todo vaya bien —le dijo Gorth.
—Yo también. —Le sonrió tímidamente—. Y… gracias.
Salió rápidamente del vehículo y cerró la puerta con brusquedad internándose en el caminito que conducía a la entrada. Tomó aire cuando el coche de Gorth desapareció de su vista. ¿Qué le estaba pasando? Aquello era muy fuerte. Él nunca decía esa palabra… maldita. La palabra «Gracias» había sido desterrada de su vocabulario y, si alguna vez hacía uso de ella, ocurría sin que se diese cuenta, por pura costumbre. Pero en esa ocasión había sido consciente de ello mientras la pronunciaba, mientras la palpaba entre sus labios… Oh, sí, definitivamente se estaba volviendo loco. Sintió unas ganas tremendas de golpearse la cabeza contra los ladrillos de la pared de la casa, pero no lo hizo; estaba ocupado llamando al timbre a la espera de que alguien le abriera. Si es que pensaban hacerlo, claro.
______________ se sonó los mocos y dejó el papel doblado sobre la mesita junto al sofá. Después, tambaleándose, se dirigió hacia la puerta. Llevaba horas esperándole. Había estado muy preocupada y se había sentido idiota e infantil por dejarle tirado en medio de una calle que Harry desconocía completamente. Respiró hondo y abrió la puerta.
Allí estaba él. Tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón y la cabeza ligeramente agachada, con la vista fija en el suelo. Pasaron unos instantes eternos, hasta que él tuvo el valor de buscar su mirada. _______________ tembló, pero presionó la mandíbula intentando no demostrar su nerviosismo.
—¿Dónde has estado? —le preguntó.
—Por ahí. —Él se encogió de hombros—. ¿Puedo pasar?
_________________ se hizo a un lado y él entró. Le vio subir las escaleras y poco después oyó el brusco sonido de la puerta de su habitación al cerrarse. Genial, así que ni siquiera pensaba pedirle disculpas o hablar sobre el tema. La relación le recordaba a la de un matrimonio de dos cuarentones en crisis.
Volvió al comedor y se tumbó sobre el sofá, secándose con el pañuelo usado una nueva tanda de lágrimas. ¿Por qué tenía que ser tan… melancólica? Se ahogaba en un palmo de agua. Cualquier desgracia se le antojaba inmensa y le costaba horrores escapar de la oscuridad en la que se sumergía.
No solo se había enfadado con Harry, sino también con su madre. Samantha le había preguntado por el inglés cuando la vio llegar sofocada a casa. Y cuando ella le confesó que lo había dejado tirado porque, textualmente, «era un cerdo egoísta», la señora Graham, sin entender la situación, pilló un enfado de mil demonios. Le ordenó que fuese a buscarlo con su padre antes de irse a la cama, pero _______________ no lo hizo —aunque bien poco le había faltado— y prefirió esperarle.
Afortunadamente, por una vez, Harry había usado la cabeza y su «magnífico» sentido común le había hecho regresar.____________ volvió a sonarse los mocos y se tapó bien con la manta, acurrucada entre los cojines.
Fijó la vista en el televisor. Emitían una película llamada Breve encuentro.____________ sollozó todavía más. La había visto muchas veces, desde pequeña, y se sabía el guión de memoria. Se incorporó sobre el sofá y alzó una mano, sujetando el pañuelo arrugado, mientras interpretaba el diálogo al ritmo de los propios personajes.
—«¿Cuántas veces tomaste la resolución de no volver a verme?» —gimoteó, imitando a Alec—. «Varias veces al día» —añadió, cambiando el tono de voz para interpretar a Laura—. «Yo también». «¡Oh, Alec!» —Dramatizando en exceso, se llevó una mano al corazón—. «Te quiero. Me encantan tus ojos sorprendidos, la forma en que sonríes, tu timidez, el modo en que ríes mis bromas…»
Una pausa incómoda y después Laura mirando suplicante al caballeroso Alec._______________se enjugó las lágrimas, antes de proseguir.
—«¡Por favor, no, Alec!» —exclamó, y luego se metió en la piel del admirable chico—. «¡Te quiero!, ¡te quiero! Y tú me quieres, es inútil pretender que no ha pasado nada, porque sí ha pasado.»
—Sí, la verdad es que es inútil pretender que no ha pasado nada, él tiene razón —musitó Harry apoyado sobre el marco de la puerta de entrada al comedor y señalando el televisor.
________________ agachó la cabeza, avergonzada. Lloró más y se secó las lágrimas de nuevo. Ese pañuelo ya estaba muy gastado, así que sacó otro del envoltorio.
Fantástico, ahora él la había descubierto como a una vieja solterona que termina interpretando los guiones de los falsos amores de Hollywood.
—No quiero hablar contigo —le dijo.
Harry , con el batín puesto, le dirigió una mirada suplicante, pero ella le ignoró y siguió viendo la película.
—¿Puedo sentarme a tu lado?
______________ no contestó;Harry quiso suponer que su respuesta en realidad era un rotundo sí. Se sentó junto a ella sin más miramientos, manteniendo una distancia prudencial. La película era terriblemente aburrida y se alegró cuando llegaron los anuncios e hicieron una pausa especial para dar las noticias más importantes del día. Escuchó con atención al presentador del telediario de medianoche.
—Noticia de última hora. El juicio contra la empresa de Des Styles la mayor multinacional de la venta de sistemas operativos informáticos, se adelanta a causa de las declaraciones del jefe de la base Des. —El presentador desapareció de la pantalla para dar paso a un hombre arreglado y elegante, de unos cuarenta años de edad, bien conocido por ser el dueño de todas las empresas Des Styles Este empezó a hablar—. Desde aquí queremos tranquilizar a los usuarios y asegurarles que ya se han arreglado los errores del último sistema operativo que salió a la venta; por ello hemos decidido acelerar los trámites de las denuncias recibidas para zanjar cuanto antes este desafortunado asunto.
El presentador del telediario volvió a cobrar protagonismo y siguió comentando la noticia de un oso panda que había nacido en China.
—¡Menudo farsante! —gritó ____________, refiriéndose al dueño de las acaudaladas empresas Styles
Harry bostezó. Luego la miró algo molesto y frunció el ceño.
—Oye, deja de opinar sobre asuntos que desconoces.
—Ah, claro, usted perdone, mi rey. —Se cruzó de brazos—. Supongo que como tú conoces tan bien a todos los Styles, a diferencia de mí, que solo soy una pobre ignorante, sí puedes despotricar a tu antojo —recalcó con ironía.
Harry volvió a bostezar por segunda vez consecutiva.
—Pues claro que sí, tonta —farfulló—. es mi padre.

Capitulo 23: Todo el mundo tiene un pasado.


Harry se empeñó en montar en el mismo coche que ____________ No quería estar solo cuando la guerra empezara. Se sentó —como buenamente pudo, dado el escaso espacio— en el asiento del copiloto mientras ella se hacía con fuerza el volante del cochecito. Harry respiró hondo y ojeó a sus contrincantes, que se encontraban en el perímetro de la pista. En realidad la mayoría eran niños aunque algunos iban acompañados por sus fornidos padres.
—No sé si podremos superarlo —dijo.
—Harry no hay nada que superar —aseguró_____________—. Lo único que pasará es que te darán unos cuantos golpecitos.
Él se cruzó de brazos y la miró enojado
—¿Te parece poco?, ¿estamos locos o qué? —siguió, alzando el tono de voz—. ¡He pagado para que me peguen!
—¡Chist!, ya empieza.
Sonó un pitido que se extendió por la pista e inundó sus oídos. El coche empezó a moverse Harry se cogió del brazo de_______________ y del otro extremo de la supuesta puerta. Se miró el torso y advirtió un pequeño detalle que se le había pasado por alto.
—¡Madre mía, pero si no hay cinturones! —exclamó, consternado.
—No son necesarios —concluyó ______________-, y cuando Harry alzó la vista descubrió que estaban a punto de chocar contra un coche que llevaba un niño de unos seis años.
El impacto fue brutal, o al menos eso le pareció a él. Harry meditó sobre si aquel juego afectaría en exceso a su delicada columna vertebral. Sin embargo, cuando vio el rostro enfurruñado del niño, se alegró de haberle dado ese golpe.
—¡Cómete esa! —le gritó y después miró a la chica—. Muy bien,__________, veo que vas aprendiendo…
—Pero si tú no tienes ni idea, ¿por qué me dices eso? —Dio un volantazo y Harry arqueó el cuerpo hacia el lado contrario con la intención de no caer. No es que la velocidad fuese demasiado elevada, pero siempre era mejor prevenir que curar.
—¡Venga, va, déjate de historias y machaca a la niña de allá! —le ordenó, señalando un coche azul.

__________________entornó los ojos, pero sonrió y se dirigió hacia la niña. Hasta en los coches de choque Harry necesitaba dar órdenes y sugerencias. Esta vez, a sabiendas de lo que le esperaba, él se cogió bien antes del impacto y rió malévolo ante la decepcionada expresión que surcó el rostro de la niña
Sin embargo, su risa se apagó cuando otro coche les dio a ellos por detrás. Era el vehículo de un niño pelirrojo acompañado de su padre, un fortachón entrado en la cuarentena. Harry se giró enojado y alzó un puño amenazador al que el señor respondió con una suave carcajada. A Harry no le gustaba perder, ni siquiera en los coches de choque.
—___________ vamos, ese viejo es nuestro próximo objetivo. Tenemos que ganar.
—Cariño, cuando te emocionas así, me recuerdas a Voldemort.
Harry arrugó la nariz, molesto. ¿Por qué le llamaba «cariño»?, eso sonaba demasiado… formal. ¿Tenían una relación formal? No estaba seguro. Lo curioso era que por alguna extraña razón las palabras cariñosas que_____________le dedicaba sonaban bien. Quizá porque no las pensaba antes y se le escapaban solas, naturales, sin formar parte de frases forzadas. De todos modos, Harry continuó en sus trece.
—Deja de llamarme cariño, cielo o Voldemort. Gracias.
Como toda respuesta _____________estampó el coche contra una esquina, adrede, lo que le pilló de improviso. Él respiró hondo, mientras ella daba la vuelta.
—¿Quieres romperme el cuello o qué? —se quejó, frotándose el hombro derecho.
—No sé, deja que me lo piense —contestó ella, decidida—. Aún tengo dudas.
Chocaron contra algunos coches más antes de que la bocina sonase y se acabase su turno. Salieron de la atracción, Harry algo mareado, y ella con la adrenalina recorriendo todo su cuerpo. Señaló un puesto de maquinitas repleto de ositos de peluche.
—¡Qué hermoso! ¡Yo quiero uno de esos!
Harry la siguió hasta la máquina. En el extremo superior había una especie de pinza que al parecer servía para agarrar los pulgosos osos. Pagando, claro.
—¿Y para qué quieres más peluches? Tienes toda la cama llena —le recordó, como si ella no lo supiese perfectamente—. Además, está demostrado que estos artilugios son dañinos para la salud.
______________- rió.
—¿Los peluches son malos para la salud?
—Claro. El polvo se acumula en ellos.
—Harry me da igual. —Le hizo a un lado sin miramientos—. Aparta, quiero conseguir uno de esos.
—Pareces una niña —concluyó él. Era verdad, aunque también era cierto que todavía no sabía si esa característica suya le gustaba o no. Tenía serias dudas al respecto—. Bueno, déjame a mí.
Se hizo un hueco, y, tras echar una moneda en la ranura correspondiente, cogió con fuerza los mandos de la máquina. Parecía fácil, pero no lo era. La pinza apenas tenía fuerza, y, aunque conseguía coger el maldito peluche del oso que le miraba sonriente, después este caía inerte y volvía a mezclarse con el montón que reposaba al fondo.
—¡Es dificil!-dijo Harry
—Da igual. Quiero el oso —dijo enfurruñada, y metió otra moneda.
Harry nunca se iba sin terminar de hacer lo que se había propuesto. Así que, casi veinte minutos después, le tendió a __________ el oso que había conseguido, y comenzaron a caminar por el recinto de la feria con dieciocho dólares menos en los bolsillos. Él se planteó que, por ese precio, habría podido comprarle tres o cuatro peluches en una tienda normal, pero prefirió no comentárselo.
—Y ahora, ¿qué hacemos? —preguntó, mirándola de reojo con cierta inseguridad.
______________abrazó el peluche con una mano y deslizó la otra hacia él, entrelazando sus dedos con los de Harry . Él tenía la piel fría, pero muy suave. Siguieron andando en silencio.
A Harry le molestaba un poco caminar al lado de __________ cogidos de la mano, porque ella se paraba cada dos por tres a ver cosas poco interesantes y le arrastraba allá donde iba. Sin embargo, la calidez de su mano le reconfortaba y hacía soportable la situación. Torció el gesto cuando ella le soltó para acariciar a un perro que pasaba por allí. El animal se restregó felizmente por sus piernas y le azotó el pantalón con la cola, que se movía frenética de un lado a otro.
Él bostezó. Afortunadamente, a su derecha, descubrió un puesto donde hacían algodones de azúcar. Le encantaba el algodón de azúcar. Supuso que no sería tan delicioso como el que su cocinero solía elaborar, pero aun así quiso comprar uno. Contempló detalladamente cómo lo hacía, asegurándose de que la chica del puesto no lo tocase con las manos o echase algo raro en su preciado algodón. Al parecer todo estaba en orden. Pagó y regresó al lado de __________
Aquel algodón de azúcar estaba bastante bueno. Lo degustó y dejó que se deshiciera en su boca lentamente. Algo —o alguien; mejor dicho, alguien— interrumpió su aperitivo. _________ alzó sin miramientos una mano y le quitó un trozo de algodón.
—¿Se puede saber qué narices haces? —Harry la miró, sorprendido.
—Coger un poco, ¿acaso es solo para ti? —Ella rió, tras metérselo en la boca.
¡Qué pregunta más tonta! Lo cierto era que sí. Era solo para él.
—Claro. —Suspiró—. ¿Por qué no te compras tú otro?
—Este es muy grande, podemos compartirlo.
—¿Compartir? —Ladeó la cabeza—. Acabas de acariciar a un sucio perro.
—Ya, ¿y…?
—No te ofendas, pero no quiero que metas tus manos en mi comida.
______________ permaneció callada, observándole fijamente. Al parecer hablaba en serio. Al principio pensó que se trataba de una de sus tantas bromas. Pero no era así.
—Ah, vale, lo siento. —Le dedicó una mueca desagradable—. ¡Cómetelo tú todo! ¡Ojalá te atragantes!
Harry s negó con la cabeza y le tendió el algodón de azúcar._________ lo cogió con la mano, cada vez más confundida.
—¿Lo compartes? —le preguntó.
—No. —Harry apretó los labios con asco—. Lo has tocado, así que ya no puedo comérmelo. Gracias por estropearme la merienda.
Y comenzó a caminar de nuevo calle abajo, esquivando a los niños que correteaban descontrolados por el interior del recinto. ____________siguió sus pasos, tras darle otro bocado al algodón de azúcar, que ahora le pertenecía. Sonrió tontamente. Qué delicado era Harry
—¿Quieres que compremos otro? —le preguntó, con ternura.
—No. —Él contempló el enorme algodón rosa—. Yo quería ese —añadió, señalándolo.
—Todos son iguales.
—Te equivocas, este era más redondeado que el resto. Lo he notado incluso antes de que la chica terminara de hacerlo.
—¿Importa realmente que sea más o menos redondeado? —____________ rió.
—Por supuesto. —Él se cruzó de brazos—. A mayor redondez, mayor perfección. No sé cómo no conoces esa regla.
__________ arqueó las cejas.
—¿Porque no existe, quizá…?
Harry respiró hondo. Tenía ganas de besarla. No quería seguir discutiendo ni tampoco deseaba explicarle el funcionamiento de «la regla de la redondez y la perfección», porque dudaba que fuese a entenderla. Y a él no le gustaba perder su valioso tiempo en vano. Contempló los labios de ____________; ¿tenía permiso permanente para besarla cuando le viniese en gana? Se sentía inseguro al respecto. Después el algodón volvió a captar su atención, al ver que ella se lo seguía comiendo.
—Vale, terminemos con este asunto —le dijo—. Tira el algodón a la basura. Si no lo puedo tener yo, tú tampoco.
—¿Qué? Pero ¿cómo puedes ser tan egoísta? —protestó ella.
—No es egoísmo, es justicia.
—¿Tanto te molesta que me lo coma yo?
—Claro que sí.
Ella bufó y siguió su camino, dándole otro mordisco a la enorme nube rosa; no estaba dispuesta a tirar la comida por una rabieta de Harry . Él insistió.
—He dicho que te deshagas de él.
—No.
Harry intentó arrebatarle el maldito algodón de azúcar y ____________ se preguntó qué pensaría la gente de la feria que les miraba. Dos jóvenes discutiendo por su merienda.__________ no se iba a quedar atrás. Le mordió la mano, y él soltó el palo de madera, gritando dolorido, pero luego no tuvo miramientos cuando le clavó las uñas en el brazo.
—¡SUÉLTALO! —le exigió—. Además, lo he pagado yo, es mío.
—¡Me lo has regalado! Así que ahora me pertenece —contestó ella, en medio del forcejeo.
Una pareja de ancianos, acompañados por sus nietos, les miraban entretenidos por el espectáculo gratuito.
Harry logró arrebatarle el algodón rosa, y ____________ sin rendirse y llena de rabia, le hizo cosquillas. Él se retorció como loco. Había encontrado uno de sus puntos débiles. Desgraciadamente, a causa de las cosquillas Harry dejó caer el algodón al suelo, marcando su final definitivo.
—¡Para, para, __________ te lo ruego! —Harry giró sobre sí mismo, intentando deshacerse de ella.
—¡Te lo mereces!

Él logró cogerla del brazo y, con un rápido movimiento, la estampó contra la parte trasera de una caseta de metal donde hacían perritos calientes. __________ abrió mucho la boca, sorprendida. Se miraron agitados, respirando entrecortadamente tras la pelea. Los abuelos, al otro lado, les seguían mirando sonrientes, como si de algún modo pudiesen entender su extraña relación, el enigmático modo en que se decían «Me gustas» sin palabras. Harry sonrió un poco, cuando recuperó el aliento.
—¿Me das un beso?
Alzó la cabeza. La voz de___________ le hizo estremecer. Dio un paso al frente y ella le rodeó con los brazos, como si intentase abarcar todo su cuerpo con sus pequeñas manos. Harry se inclinó y la besó despacio. Ella cerró los ojos y se pegó a él todo lo que pudo, intentando que nada se interpusiera entre los dos. Él sonrió. Le dio otro beso, y otro más… y se preguntó si era posible vivir solo a base de besos. A él le hubiese gustado que existiese esa posibilidad. ___________rió cuando los labios de él ascendieron lentamente por su rostro y rozaron su nariz delicadamente, luego sus párpados y las mejillas. Infinitos escalofríos se adueñaron de sus sentidos. Y después un beso fugaz, en los labios, antes de que él apoyase su frente contra la de ella y se quedase ahí, quieto, respirando nervioso y mirándola fijamente. La frialdad de sus ojos esmeralda se esfumó unos instantes.
—Si quieres te compro otro algodón de azúcar —le propuso él, hablándole en susurros.
___________se estremeció al sentir su aliento cálido tan cerca de ella.
—Olvídalo.
Y mientras la observaba casi sin pestañear Harry reflexionó sobre cómo habían llegado a esa situación. Apenas dos semanas atrás, ambos se odiaban. Ahora se besaban. Un cambio algo brusco. Habían pasado demasiadas horas juntos, quizá. Respiró hondo al tiempo que le retiraba algunos mechones de cabello que enmarcaban su aniñado rostro.
—¿Sabes una cosa? —Curvó los labios con ternura—. En el fondo, a veces, incluso pareces una chica dulce. Actúas muy bien.
—Y tú. A ratos llego a pensar que eres humano. —Rió tímidamente—. ¿De qué planeta te caíste, Harry?
Él también rió y le dio un último beso antes de separarse un poco de ella y rodear su cintura con el brazo. Suspiró y miró alrededor, perdiéndose en las luces intermitentes que se agitaban por todos lados.
—¿Volvemos a casa? —preguntó ___________
—Mejor aún, si quieres nos acercamos al centro y cenamos —propuso él.
_________________ asintió. Anduvieron en silencio, sin soltarse, hasta la salida del recinto. Cada vez hacía más frío. Harry decidió llamar a un taxi —para variar—, dado que sus piernas, contrariamente a las del resto de los mortales, al parecer no habían sido creadas para caminar. Una vez dejaron atrás los gritos histéricos de la multitud y los villancicos navideños, se acomodaron en un banco de madera, esperando el taxi.
Ella tiritó y agradeció que las mangas de la sudadera le fuesen grandes, así podía cobijar las manos en su interior. Miró a Harry sentado rígido, con la espalda recta sobre el banco, y se inclinó un poco, para luego comenzar a escalar por sus rodillas.
—¿Qué haces? —Él estudió sus movimientos con desconcierto.
Ah, vale, ahora lo entendía. ___________ acababa de sentarse sobre sus piernas, de lado. Luego se dejó caer y apoyó la cabeza sobre su pecho. Bostezó. Harry sonrió sin siquiera darse cuenta y la abrazó. Le frotó la espalda, calentándola.
El silencio no era incómodo, era tranquilizador.
—¿Sabes algo de Liam? —le preguntó Harry , pasado un rato, al recordar el espectáculo que había montado delante de él en la discoteca durante el cumpleaños de Marcus
.
_______ negó con la cabeza, frotándose de lado a lado en su cuello. Entonces, dejando atrás la calma que se había apoderado de ella, abrió los ojos de golpe. Recordó la conversación de algunos días atrás respecto a las experiencias que habían tenido en sus relaciones. Hacía tiempo que deseaba retomar el tema, pues pensaba demasiado en ello, como una niña. Cogió mucho aire de golpe, antes de hablar.
—Harry , ¿con quién fue tu primera vez?, ¿estuviste mucho tiempo saliendo con ella?
Él la miró extrañado y algo molesto. ¿Por qué__________ siempre tenía que romper todos los buenos momentos que compartían?, ¿por qué las mujeres tenían que ser tan complicadas y retorcidas?, ¿no le bastaba tenerlo ahí, para ella, ya sin ningún tipo de duda?
—¿Por qué me preguntas eso?
—Quiero saberlo. —__________se incorporó levemente hasta que sus rostros quedaron el uno frente al otro—. Vamos dímelo.
Harry resopló antes de contestar.
—No estuvimos saliendo mucho tiempo, porque me dejó. —Evitó su mirada y se entretuvo observando el movimiento de las hojas de un árbol que se encontraba a su derecha—. Se llamaba Caroline. Era una amiga, íbamos al mismo instituto.
—¿Y por qué te dejó?
La pregunta maldita. A Harry le costó unos segundos volver a mirar a__________ y perderse en el mar de sus ojos. Y luego las palabras se escaparon solas de sus labios, sin que pudiese hacer nada por detenerlas.
—Yo… —balbució, confundido—. _________, la engañé. Me acosté con otra.
El momento tierno se quebró bruscamente, como una elegante copa repleta de champán que se derrama por el suelo tras el tintineo que produce el cristal cuando se rompe. _________ le miró, cuestionándose si el chico de rulos con ojos color esmeralda y sonrisa perfecta que se encontraba a escasos centímetros de ella era Harry, su Harry . Intentó sumergirse en sus palabras y encontrar entre ellas al joven siempre correcto e inocente al que creía haber conocido.
Pero allí, en el fondo de su mirada, no había nada. Solo un vacío infinito que se extendía hasta su propio corazón.
La curiosidad la empujó a hacerse una pregunta: ¿hasta qué punto conocía ella al verdadero Harry ?
Apenas sabía nada de su pasado y todavía no entendía el entorno en el que había crecido… pero sí sabía una cosa de Harry, era humano. Porque, al fin y al cabo, solo un humano puede ser tan cabrón como para engañar a su pareja.
_________se levantó de las piernas de Harry y comenzó a caminar calle abajo, dejando atrás el lugar donde el taxi debía recogerles; con las manos en la boca, soplándoselas en el vano intento de entrar en calor. Sabía que Harry seguía sus pasos, pero poco le importaba. Se encontraba absorta en sus pensamientos. Imaginaba a Harry engañando y traicionando… Ese no era el niño grande que a ella tanto le gustaba.
Harry la alcanzó y, cogiéndola de la barbilla, la obligó a mirarle. Las pupilas claras de él parecían temblar en medio de la oscuridad.
—____________....
Ella oyó su voz lejana, perdida en la noche, pero no quiso dejar de mirarle.
—¿Quién demonios eres,Harry ?
Él se acobardó ante su pregunta. ¿Quién era?, ni siquiera sabía responderse a sí mismo. Quizá era un poco de todo. Acababa de decepcionarla. Harry había deseado mentirle y asegurarle que aquella primera novia le dejó injustamente, pero no había sido capaz de engañarla. No a ella, al menos. ___________, siempre tan natural, clara y transparente, siempre tan… ella. Así que optó por decir la verdad. Y ahora empezaba a dudar de si realmente había hecho lo correcto.
—Tal vez soy más normal de lo que piensas.
________________- sintió unas ganas terribles de llorar.
—¿Normal?, ¿de verdad crees que por hacer lo que hiciste eres más normal?
—No, no es eso.
Harry se mordió el labio inferior, indeciso. Se sentía acorralado, se sentía extraño. Toda su seguridad deslizándose lentamente hasta terminar en el suelo de una calle cualquiera, todo su orgullo escondido en algún lugar remoto que no lograba encontrar.
___________ ya no estaba mirándole. Ahora lo hacía una niña; la niña que___________ había sido y que probablemente muy en el fondo seguía siendo. Un alma limpia a la que acaban de confesarle que no existe Papá Noel ni el Ratoncito Pérez, una espectadora ilusionada que contempla cómo su ídolo cae lentamente del pedestal que ella misma había alzado. Y, por alguna extraña razón, Harry tenía unas ganas increíbles de decirle: «¿Ahora te das cuenta de que Peter Pan no existe?, ¿ahora descubres que los príncipes solo viven cobijados en los cuentos? Te sorprende mi pasado, te asustas de la realidad, de algo que está a la orden del día, ¿y era yo quién vivía en un mundo aparte?».
Pero no dijo nada, porque la inocencia dibujada en su rostro le aturdió de golpe y sus ideas se volvieron densas, como hilos enmarañados que se le enredaban en los labios, impidiéndole hablar.
Un taxi aparcó en el otro extremo de la calle, al lado del banco donde minutos atrás lo habían estado esperando. Harry permaneció quieto como una escultura griega mientras contemplaba cómo _________se marchaba, caminando con paso decidido. La vio entrar en el taxi y cerrar la puerta con brusquedad. Instantes después las luces del coche se tornaron más pequeñas y difusas hasta terminar desapareciendo cuando giró por una esquina.
«Tu primera cita con ___________ esta vez te has lucido, idiota», se dijo Harry a sí mismo. Regresó al banco de madera y se sentó allí. Echó en falta el cuerpo de____________ sentado sobre el suyo. Contempló durante un buen rato el vaho que emanaban sus labios y pensó que quizá se trataba de su propia alma, que se escapaba de su cuerpo y se unía con sigilo a la noche.
Harry aún recordaba la tarde que le confesó a Caroline lo que había ocurrido. Ella lloró, tras intentar abofetearle, y él se marchó del parque donde se encontraban sin siquiera decirle adiós. A día de hoy, todavía seguía preguntándose por qué la había engañado. Quizá fuese porque le gustaba más la otra —una chica a la que conoció en la fiesta del cumpleaños de Paul y cuyo nombre ni siquiera recordaba—, quizá también porque no estaba realmente enamorado de Caroline o porque cuando la miraba no sentía lo mismo que cuando miraba a… ____________
Suspiró. Sacó el teléfono del bolsillo de su chaqueta y buscó el número que le habían dado apenas un día antes, cuando se tomaban una cerveza sentados en los taburetes de la discoteca y mientras _________ bailaba. Finalmente, tras pensárselo un momento, hizo algo que jamás habría imaginado: presionó el botón de color verde.
—¿Diga? —respondió una voz tranquila al otro lado de la línea.
Harry tosió antes de hablar.
—Gorth, soy Harry—dijo—. ¿Estás ocupado?
—¡Ah, hola! No, la verdad es que no —contestó—. ¿Te ocurre algo…?

Capitulo 22: Harry se supera a si mismo.


A pesar de que apenas eran las seis de la tarde, ya había caído la noche y las estrellas temblaban en la oscura bóveda del cielo Harry respiró hondo y se colocó bien los guantes de lana. Hacía mucho frío.
—¿Por qué tarda tanto en llegar nuestro taxi? —preguntó, anclado en la acera frente a la casa de _________
Ella terminó de atarse los cordones de las zapatillas antes de mirarle consternada.
—Harry, cielo, no vamos a ir en taxi —le explicó—. Estamos esperando a… la limusina o, tal como lo llamamos el resto de los mortales, el autobús.
Harry le dedicó una mueca de asco y dio un paso atrás hasta apoyar la espalda contra la valla de los vecinos.
—¡No pienso montar en otra de esas cosas salidas del infierno! —chilló, mientras negaba con la cabeza para darle más énfasis a sus palabras—. Y no vuelvas a llamarme «cielo».
—Oh, lo he dicho sin pensar. ¡Lo siento, Alteza!
—Pues piensa, ___________, piensa —concluyó él, tocándole la cabeza con la punta de uno de sus largos dedos.
Ella tragó saliva despacio, nerviosa, y se preguntó por qué demonios le había dicho a Harry aquella palabra. «Cielo»…Harry podía llegar a ser muchas cosas, pero desde luego no un pedacito de cielo. La palabra «cielo» connotaba un significado angelical o adjetivos como bondad, ternura o humildad. Y todos esos adjetivos eran antónimos de la verdadera personalidad de Harry.
Pasados unos confusos instantes, __________ empezó a sentirse idiota, ¿qué narices hacía meditando sobre posibles motes cariñosos que utilizar con Harry? Se dijo que aquello era demasiado y se prometió mentalmente no pensar en más tonterías por ese estilo.
—¿Llamamos a ese taxi hoy o esperamos a que amanezca?
El tono irónico de Harry la devolvió al cruel mundo real. Se cruzó de brazos a la defensiva mientras el inglés la miraba atentamente, esperando que ella tomase las riendas de la situación.
—¿No te he dicho ya que vamos a coger el autobús?
—Sí. —Sonrió falsamente—. ¿Y yo no te he dicho ya que no pienso poner un pie en otra de esas limusinas cutres?
—Harry, en serio, ¿por qué no te propones cerrar esa maravillosa bocaza que tienes y divertirte un rato?
—Ya sé que es maravillosa —contestó—. Y sí, pienso divertirme, pero antes dame el número de un taxi, yo mismo llamaré si hace falta.
—Oh, increíble, ¡piensas marcar un número de teléfono con tus propios dedos! Felicidades —comentó _____________ malhumorada y buscando su propio móvil para darle el número del taxi.
Como era de esperar, Harry llamó y exigió que les recogiesen allí mismo. Fue una suerte que el coche no tardara demasiado en aparecer, pues empezaban a helarse de frío en medio de la calle, y el silencio que les acompañaba era un tanto incómodo para los dos.
Una vez se encontraron dentro del confortable taxi, ____________le indicó al simpático conductor adónde querían ir y se pusieron en marcha. Ella ladeó la cabeza y observó de reojo el rostro de Harry , Era adorable, especialmente cuando mantenía la boca bien cerrada. Tenía los labios bonitos… _____________ dio un respingo en su asiento ante la gélida mirada que Harry le dirigió de pronto, descubriendo que ella le observaba.
—¿Qué miras?
___________ se preguntó si en una relación normal entre dos personas el novio haría esa misma pregunta cuando pillase a su enamorada contemplándole bajo el silencio de la noche. Seguramente no. Lo más probable era que el chico se girase y le dirigiese una tímida sonrisa avergonzada antes de que sus mejillas comenzasen a tornarse ligeramente rojizos. Pero no era el caso: Harry parecía más bien enfadado.
—No te estaba mirando —mintió __________ finalmente.
—¿Me tomas por tonto o qué?
—Bueno, ¿tanto importa si te miraba o no?
El conductor del taxi les sonrió al tiempo que observaba la discusión a través del espejo.
—Chico, deja que te mire —le sugirió a Harry .
—¿Por qué no se dedica usted a mirar la carretera, ya que para eso le pagamos? —le reprochó el ruloso
—¡Harry! —___________ le regaló el tercer manotazo del día.
El inglés suspiró hondo antes de girarse y apoyar la frente sobre la ventanilla del taxi. Se sentía terriblemente nervioso, como nunca lo había estado. Le temblaban las piernas, y se preguntó si realmente conseguiría caminar cuando el taxi les dejase en la feria.
Salir con________________, a solas, después de haberla besado y dormir con ella, era todo un reto. No estaba seguro de estar a la altura. Por primera vez, tenía miedo de no ser el mejor en algo.
Así que, cuando llegaron al recinto ferial, dejó que ___________bajase en primer lugar y él se quedó algo rezagado mientras pagaba al taxista. Luego salió, y el coche se alejó y se perdió en la oscuridad de la noche. Ambos se miraron en silencio anclados frente a la puerta principal.
—¿Entramos? —sugirió__________, alzando una ceja.
—Sí. —Harry tragó saliva despacio—. O no, más bien no.
Ella cerró los ojos con fuerza. Después, tras tomarse unos segundos para ordenar sus ideas, volvió a mirarle.
—¿Qué te ocurre ahora?
Harry balbució algo incomprensible por lo bajo y se acercó hasta ella, torpemente. _____________--Sonrió por su nueva faceta patosa y rodeó con los brazos su espalda.
Le estaba abrazando. A Harry le costó un buen rato asimilarlo. Cuando finalmente lo hizo, descubrió que se estaba muy bien ahí, con el rostro camuflado entre su alborotada mata de pelo y el cuerpo pegado al suyo, infundiéndole calor. Se acercó poco a poco hasta su oído, rozando su piel.
—No sé si estoy preparado…
—Harry por favor, solo es una feria, ¿nunca has ido a una simple feria?
—No.
__________respiró hondo.
—Pero he visto ferias en las películas —añadió él rápidamente, como si aquello explicase lo normal que era su vida.
La chica acunó el rostro de Harry entre sus manos y le miró fijamente. Los ojos de él, verdes y brillantes, siempre le habían parecido extrañamente fríos, pero en aquel momento advirtió en ellos atisbos de temor.
—No te pasará nada —le aseguró—. De verdad, no es un lugar peligroso.
—Pero hay gente —recalcó él con la vista fija en el interior del recinto—. Mucha gente…
—La finalidad de la feria es que la gente la visite. Por eso están aquí.
Harry ahogó un quejido. De haber sabido los planes de _________ con un poco más de antelación, seguramente habría hecho algún chanchullo para alquilar el recinto ferial durante un día entero. Y así habrían podido estar solos allí.
—Además, si en algún momento crees que estás a punto de sufrir un infarto, puedes decírmelo, en serio —le animó ___________
—Ah, vale. Eso lo cambia todo —dijo intentando sonreír.
____________ le cogió de la mano y, sin más preámbulos, le arrastró hacia la puerta y se internaron en el lugar. Todo estaba repleto de luces de colores que parpadeaban aquí y allá, confundiendo a Harry , que nunca había visto algo parecido. Mirase donde mirase encontraba grupos de gente, colas infinitas, puestos de comida… ¡en plena calle!, y desde luego su apariencia no era nada higiénica. Los chiquillos chillaban a su antojo y corrían a lo loco, así que él tenía que intentar esquivarlos como si aquello fuese una dura prueba que superar.
—Te dije que no era para tanto —le comentó __________
Harry prefirió no añadir nada al respecto, pues no estaba seguro de poder decir algo positivo. Alzó la vista y descubrió la enorme noria que parecía elevarse hasta el cielo al son de una rítmica melodía navideña.
—¿Te apetece subir? —le propuso ___________-, señalando la noria.
—¿Qué?, ¿te has vuelto loca? —La miró con los ojos desorbitados—.__________, ahí arriba la gente muere.
—Harry nadie muere en la noria. Es totalmente segura.
—Creo que estás un poco desinformada —le aseguró—. Yo he ojeado numerosas estadísticas al respecto y te aseguro que en ese cartel donde pone «Ven a la noria y disfruta», debería poner más bien «Ven a la noria a suicidarte».
_____________ se quedó un poco atontada tras la respuesta de Harry y le costó procesarla. Teniendo en cuenta que la noria era una de las atracciones más calmadas, se preguntó en cuál podrían subir. Seguramente en ninguna. Dedujo que pasarían el rato criticando las atracciones y, como punto extra, más tarde elaborarían en casa algún informe que tratase sobre la inseguridad de los recintos feriales. Ese sería el plan perfecto para su acompañante.
—Pero, bueno, pensándolo bien… —Harry se pasó una mano por la frente y se apartó los mechones de cabello hacia atrás—, de algo tenemos que morir, ¿no? Así que, en fin, supongo que puedo montar en la noria del suicidio.
______________ sonrió ampliamente y echó a andar directa hacia la rueda que giraba en medio de la noche. Harry la siguió satisfecho. En realidad había oído muchas veces aquella frase salir de los labios de Marcus; especialmente cuando se liaba las «hierbas medicinales» acostumbraba añadir: «De algo hay que morir, ¿no?». Harry decidió que plagiaría alguna más de sus creaciones.
Dejó que ella comprara dos tickets para la atracción, y mientras esperaban a que el turno anterior terminase, ojeó con desconfianza al tipo que vendía las entradas dentro de un pequeño puesto de cristal. Finalmente, decidió acercarse.
—Hola —le saludó.
—¿Cuántos tickets quieres? —preguntó el otro con tono monótono.
—No, ya hemos comprado.
—Ah, pues no hacemos devoluciones, lo siento.
—En realidad lo que quería era saber si usted podría enseñarme el contrato del seguro de la atracción —dijo al fin.
___________, a su lado, deseó que la tierra se la tragase.
—¿El contrato de qué…?
—El contrato del seguro —repitió Harry
—Digamos que no lo tenemos aquí ahora mismo —contestó el hombre rascándose el mentón—. Pero confíe en mí: la atracción está en orden.
—Me gustaría comprobar ese orden por escrito.
—Ya le he dicho que no tenemos los papeles aquí —dijo, y, por el tono de su voz, Harry dedujo que empezaba a enfadarse.
____________advirtió que el turno anterior había terminado y, cogiendo a Harry de la chaqueta, lo arrastró hasta la noria. Le costó que subiese, ya que sus pies parecían haberse pegado al suelo.
—Vamos, Harry, ya hemos pagado los tickets.
Con un brusco empujón logró meterlo en la especie de carruaje donde debían acomodarse. Antes de que la noria se pusiera en movimiento,Harry estudió los tornillos y los engranajes que encontraba a su alrededor, como si fuese un inspector de seguridad; ___________ cansada, le permitió que hiciese lo que le viniera en gana y se dedicó a contemplar a la gente que iba y venía por el recinto.
—¿Todo en orden, inspector? —le preguntó, cuando él volvió a sentarse.
—No estoy seguro. —Suspiró apesadumbrado—. Uno de los tornillos está un poco oxidado.
____________ rió con ganas.
—A mí no me hace gracia.
—¡Pero de algo hay que morir, Harry! —exclamó ella, repitiendo sus mismas palabras y riendo todavía más.
Él frunció el ceño con desagrado y se cruzó de brazos, ante lo cual __________contestó inclinándose y dándole un pequeño beso. El carruaje se balanceó por el movimiento y Harry tembló.
—Ven aquí —le pidió ella—, siéntate a mi lado, yo te protegeré —añadió, tras proferir una sonora carcajada.
—¿Crees que soy un cobarde, verdad? —inquirió él, entrecerrando los ojos y mirándola con odio.
—No, claro que no —le aseguró—. Lo que ocurre es que es normal que tengas miedo, teniendo en cuenta que el máximo riesgo que has corrido en tu vida ha sido coger una rosa que podía pincharte.
—Ni eso. —Sonrió con aire de suficiencia—. Tenemos varios jardineros.
¡Era tan… repelente! _____________ suspiró y se levantó para sentarse a su lado. Le rodeó con un brazo con ademán protector y lo atrajo hacia sí, pegando su cuerpo al suyo. Cuando sonó una especie de bocina que indicaba que la atracción iba a empezar, Harry estuvo a punto de levantarse y marcharse, pero_____________ lo retuvo entre los brazos mientras reía divertida.
Su carruaje comenzó a ascender lentamente. El viento frío provocaba que su cabina se balancease un poco, dándole una sensación de inestabilidad. Harry cerró los ojos y agradeció que ______________ le abrazara de lado. Probablemente, aquella era la mayor locura que había cometido en toda su vida.
—Abre los ojos —le pidió _____________, al cabo de un minuto largo.
—por nada del mundo
—Vamos, Harry , las vistas son muy bonitas desde aquí.
—Descríbemelas, que yo te escucho y me lo puedo imaginar.
Ella jugueteó un poco con sus rulos, enrollando algunos mechones suaves entre sus dedos.
—Mira, si abres los ojos, te prometo que ordenaré mi armario —le dijo al fin.
Y entonces él los abrió y sonrió. Clavó la vista en el suelo.
—¿En serio?
—Claro que sí.
—Está bien. —Respiró hondo antes de alzar la cabeza y perderse en la vista de la enorme ciudad que se dibujaba a grandes trazos ante sus ojos. Era realmente asombroso y le gustó la lejanía de las luces del centro, tintineando en el horizonte.
—¿No te parece bonito? —pregunto _____________ emocionada.
—Lo justo y necesario.
Realmente sí, sí le parecía bonito, pero reconocerlo ante ella podría haberse considerado un delito contra la ley, así que se contuvo. Echó la cabeza hacia atrás, mientras___________ enrollaba mechones de su pelo en sus pequeños dedos, y sonrió, notando la calma que se apoderaba nuevamente de él.
Todavía se preguntaba de dónde demonios había sacado el valor suficiente para besarla, en la discoteca Buterfly. Es más, seguía preguntándose cómo era posible que se encontrase allí con ____________, en la feria, dejando que ella le acariciara el pelo. No tenía intención de apartarla, y eso, en parte, le asustó.
Cuando la atracción finalizó y bajaron de la noria, _____________corrió directa hacia los coches de choque, y a Harry le faltó tiempo para seguirla a toda prisa. La joven señaló animadamente los coches.
—¡Qué ganas tenía de montar en esta! —exclamó emocionada.
Harry frunció el ceño.
—¿El juego consiste en chocar contra los demás?
—Exacto, ¿a que es divertido?
—Oh, claro, ¿por qué visitar museos o bibliotecas si podemos chocar los unos contra los otros?
—Harry, no empieces —le regañó ella.
—En serio, golpearse voluntariamente es una práctica poco productiva. —Miró alrededor, asustado—. Retrocedemos en el tiempo y nos convertimos en neandertales; de verdad, ya ni me sorprendería que los americanos vistiesen con taparrabos de piel y llevasen palos de madera ardiendo en las manos…
—Como no te calles, el que acabará ardiendo a causa de los golpes que pienso darte serás tú —le amenazó—. Y ahora junta esos bonitos labios que tienes y concéntrate en mantenerlos bien cerrados. Yo iré a comprar las entradas.

Capitulo 21: Las ranas no se convierten en príncipes





Los párpados de Harry se agitaron nerviosos. Abrió los ojos poco después, preguntándose por qué ______________estaba durmiendo plácidamente entre sus brazos. Entonces recordó lo ocurrido la noche anterior y no pudo evitar sonreír tímidamente.
Contempló los rojizos labios entreabiertos de____________, el cabello desordenado, que se desparramaba por la almohada, las graciosas pecas que recorrían el contorno de su nariz… Era realmente adorable.
Alzó una mano, dispuesto a hundir los dedos entre las ondulaciones de su pelo, pero la dejó suspendida en el aire cuando advirtió que alguien acababa de abrir la puerta. Frunció el entrecejo, molesto por la interrupción.
—¡Buenos días, parejita! —gritó Marcus
El Mendigo llevaba una bandeja de plástico, repleta de diferentes alimentos, que dejó sobre la mesita de noche de ________________ Ella, aturdida, se giró hacia su hermano.
—¿Qué haces,Marcus? —le preguntó.
—les he traído el desayuno. —Se encogió de hombros—. Para desearles una vida próspera, feliz y… Bueno, todo eso.
Harry se sentó sobre la cama. Solo entonces se dio cuenta de que había dormido con la misma ropa que llevaba la noche anterior y ahogó un gemido.
—¡Dios mío! —Agitó el cuerpo de ___________—. ¡Levanta de una vez, estas sábanas están llenas de gérmenes!
Descubrió que ella también llevaba todavía los vaqueros ajustados y la camiseta marrón. Era asqueroso; después de haberse juntado con toda la chusma y haber entrado en una discoteca repleta de humo, sudor y demás porquería. Marcus arrugó la nariz.
—Oye, siguen vestidos —farfulló—. Así que anoche ni siquiera hubo marcha.
Marcus se marchó cabizbajo, quizá algo dolido por el recibimiento de los otros dos. Harry se levantó de la cama y, tras calzarse los zapatos, tiró a __________ del brazo con tanta fuerza que ella acabó en el suelo.
—¡Au! —se quejó ella, frotándose el codo—. Pero ¿qué haces, estúpido?
—Salvarte de una muerte segura —respondió él y, acto seguido, comenzó a quitar las sábanas de la cama, hizo una bola con ellas y las lanzó a un rincón de la habitación. Una vez el colchón se quedó desnudo, se miró las manos y su rostro se contrajo en una mueca de asco—. Perdona, pero ahora tengo que ir al baño a lavarme —le dijo, al tiempo que salía de la habitación.
______________ se quedó allí, sentada en el suelo de su cuarto, con la vista clavada en el colchón de la cama. Se preguntó si aquello sería un despertar normal para Harry. Probablemente sí. Respiró hondo, procurando encontrar la calma perdida. A nadie le gusta que rompan sus sueños tirándole de la cama.
Harry regresó cinco minutos más tarde.
—¿Todavía sigues ahí, ______________?
Le dirigió una mirada de reproche antes de sacar del armario un juego limpio de sábanas y hacer de nuevo la cama —previa inspección del colchón, por si quedaba algún resto bacteriano—. Cuando terminó, _____________ había logrado levantarse y situarse a su lado.
—¿No crees que es un poco exagerado? —le preguntó.
—¿No crees que tú eres un poco… sucia? —contraatacó él.
___________se quedó con la boca abierta y le dio un manotazo en el hombro.
—¡Acabas de llamarme sucia!
—No pretendía ofenderte —Le sonrió como si ella tuviese tres años—; pero a veces es bueno que otros nos señalen nuestros defectos para que podamos advertirlos y, seguidamente, solucionarlos.
_____________negó con la cabeza, enojada, y se dirigió a paso rápido hacia la cocina dispuesta a desayunar algo antes de enfrentarse nuevamente a Harry
Pensó que quizá él podría cambiar, creyó que Harry se convertiría mágicamente en un chico normal y corriente después de aquel beso —como las ranas que terminan siendo príncipes—, pero, obviamente, se había equivocado. Harry no dijo nada mientras untaba dos tostadas con mantequilla y ella removía su café con parsimonia.
—¿Y bien…? —comentó él, cuando ambos terminaron de desayunar.
—Y bien, ¿qué?
—¿Ni siquiera piensas hablar sobre lo que pasó ayer? —le preguntó—. Por si no lo recuerdas, me pediste que durmiese contigo.
_____________ rió, nerviosa.
—Por si a ti también te falla la memoria, antes de que eso ocurriera, tú me besaste.
Harry la acuchilló con la mirada. Iba a decirle cualquier barbaridad que se le pasara por la cabeza cuando Marcus apareció en la cocina, cargado de nuevo con la bandeja del desayuno intacta que había dejado sobre la mesita de __________
—¡Ni siquiera lo han probado ! —se quejó—. Y me ha costado mucho averiguar cómo funcionaba el exprimidor de naranjas.
—Lo siento, Marcus —contestó su hermana—. Pero ahora estamos ocupados, ¿hablamos luego?
Marcus frunció los labios.
—Así que, como son parejita, me hechan a un lado
—Oh, no, no es eso…
—Ya, claro. —Les miró dolido—. Esperaré en el salón, con Whisky, mientras encuentras una buena excusa.
Y acto seguido volvió a desaparecer. Harry intentó contener la risa, y ____________ le dirigió una mirada punzante y amenazadora. Él tosió y consiguió mantenerse serio.
—Entonces… —balbució—, tú y yo ahora… ¿qué somos?
—Personas —contestó _____________. No se atrevía a dar una respuesta sobre lo que realmente Harry pretendía averiguar.
—Idiota, me refería a nuestra situación tras los acontecimientos de la pasada noche.
—Deja de llamarme idiota —se quejó _____________
—Deja de parecerlo, entonces.
_____________ suspiró, dejó el vaso sobre la pila de la cocina y se apoyó en ella. Harry también se levantó para llevar su plato, y permaneció cerca de ___________ estudiando sus movimientos. Respiraba agitada, así que supuso que estaba nerviosa. Eso le gustó.
—¿Te gusto? —le preguntó ella.
Y Harry tembló ante aquella complicada cuestión.
—¿Te gusto yo a ti?
—¿Quieres dejar de contestarme con otra pregunta? ¡Harry , esto no es una competición!
Harry iba a responder que sí, que sí le gustaba, pero justo en ese instante sonó el teléfono y ________le apartó a un lado para poder descolgarlo.
—¿Diga?
—¡Cariño, soy mamá! —exclamó la señora Graham al otro lado de la línea. _________suspiró—. ¡Ya me he enterado de la noticia! ¡Y no sabes cuánto me alegro!
___________- frunció el entrecejo, y Harry la observó contrariado, intentando adivinar con quién hablaba.
—¿De qué noticia estás hablando?
—¡Harry es fantástico, un buen partido! —prosiguió su madre, omitiendo su pregunta pero dándole a entender la respuesta—. Hacen una pareja perfecta. Tú padre y yo llegaremos a casa esta tarde.
—¡Por favor, mamá! —__________ sintió ganas de llorar, pero logró contenerse—. ¿Se puede saber quién te ha dicho eso?
—Bueno, cielo, papá me está esperando fuera del hotel, vamos a visitar el museo de la ciudad —dijo, hablando atropelladamente—. Nos vemos en apenas unas horas. Cuídate___________ ¡y usa protección, cariño, úsala!
Acto seguido la señora Graham abandonó la línea, y _________se quedó atontada con el teléfono pegado a la oreja. Harry la sacudió por los hombros.
—¿Qué te pasa?
—Nada —le dedicó una sonrisa forzada y después cogió mucho aire antes de gritar con todas sus fuerzas—. ¡MARCUS, VEN AQUÍ AHORA MISMO!
Como era de esperar, Marcus no apareció.
_____________cerró con fuerza los ojos y volvió a abrirlos de golpe; después le explicó a Harry sin entrar en detalles, la conversación que acababa de mantener con su madre. Él sonrió con fanfarronería cuando ella repitió la frase «Es un chico fantástico, un buen partido».
—Qué lista es tu madre —musitó.
La joven negó con la cabeza, incrédula.
—Pero ¿es que ni siquiera te preocupa lo que mis padres puedan pensar? ¡Por Dios, mi madre me ha pedido que use protección! —___________ agitó los brazos. Cuando sus padres llegaran no se atrevería a mirarles a la cara.
Harry se encogió de hombros.
—¿Y…? Está claro que tienes que usar protección —dijo—. No tienes idea de la cantidad de enfermedades venéreas que hay hoy en día. Te sorprenderías, en serio.
Ella abrió mucho la boca y se quedó así un buen rato, medio atontada, hasta que terminó propinándole a Harry el segundo manotazo del día. Se lo merecía de veras. Él rió como un chiquillo y salió corriendo de la cocina, pero ____________logró alcanzarlo y, cogiéndole por el cuello de la camisa —cosa que molestó mucho a Harry —, le pidió que la acompañase para hablar seriamente con Marcus.
Su hermano se encontraba tumbado en la cama de su habitación, y una pequeña sonrisita curvaba sus labios, por lo cual __________ supuso que estaba al tanto de la llamada y que, cuando ella había gritado su nombre, había permanecido callado a propósito.Harry se quedó rezagado en la entrada de la habitación, mirando con aire desdeñoso a su alrededor, como si aquello fuese un criadero de cerdos, mientras que____________ se adentró hasta situarse al lado de su hermano.
—¿Algún problema, hermanita? —preguntó Marcus, haciéndose el gracioso.
—¿Por qué has tenido que decirle algo así a mamá?
—Si no hubieran ignorado mi desayuno quizá habría sido más solidario.
—No te lo perdono, Marcus —contestó ____________y le apuntó con un dedo acusador. Harry rió a sus espaldas—. ¿Y a ti qué te hace tanta gracia, tonto?
—Sigo disfrutando cada vez que te enojas
_______________-salió de la habitación a paso rápido y entró en la suya. Harry la siguió sin pensárselo demasiado. Ella se sentó en la cama y se llevó las manos a la cabeza; él permaneció muy quieto, a su lado, convirtiéndose en una estatua.
—Tampoco es para tanto —comentó Harry al cabo de un buen rato—. Además, tu madre me ama. Me ama casi más de lo que te ama a ti.
_______________suspiró hondo y le dirigió una punzante mirada.
—Vale, retiro lo último —rectificó él, alzando las manos en son de paz.
—Harry, es que… no te lo tomes a mal, pero… —Se esforzó por no apartar la mirada de sus ojos verdes mientras procuraba dar con las palabras correctas—, pero… tú eres raro. Esto es raro. La situación es rara.
—Tú también eres rara para mí.
—El problema es que yo… no sé cómo podría terminar todo esto —explicó, gesticulando en exceso con las manos; cuando se dio cuenta de ello, las dejó caer sobre su regazo—. Es probable que dentro de unas horas intentemos matarnos el uno al otro.
Él sonrió y se encogió de hombros.
—Bueno, tampoco sería una novedad.
—Ya, pero no es lo normal.
—¿Tú quieres algo normal?, ¿es eso? —Encontró atisbos de valor escondidos en algún lugar remoto y logró mirarle a la cara.
_____________ pareció dudar; entreabrió los labios, pero no logró contestar a las preguntas de Harry . Él se perdió en el mar de sus ojos y se preguntó si realmente sería posible que estuviesen juntos. Juntos, como esas parejas que paseaban por el parque mientras degustaban un helado. Negó con la cabeza, absorto en sus pensamientos. Lo cierto era que a él no le agradaba la idea de compartir su comida con nadie…
Volvió a mirarla. Se olvidó del helado, del parque y del resto de las parejas felices. __________ alzó despacio una mano, trémula, y terminó posándola sobre la mejilla de Harry; él, sorprendentemente, agradeció el calor de su piel y se le antojó reconfortante. Sonrió y se acercó hacia su rostro regalándole un tímido beso en la comisura de los labios.
—Hagamos algo juntos —le dijo.
____________ correspondió su sonrisa, y Harry se relajó un poco. Advirtió que llevaba media hora sentado en la cama con todos los músculos del cuerpo en tensión y la mandíbula ligeramente apretada.
—¿Te apetece ir a la feria? —preguntó _____________, alegre.
Él tragó saliva despacio antes de asentir, temiéndose lo peor.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Capitulo 20 : Contando estrellas




Contando estrellas

Cuando _____ logró organizar a los invitados y consiguió que todos abandonaran su casa, Harry miró a su alrededor en busca de los numerosos coches en los cuales, supuestamente, irían hacia Helthon. Pero, curiosamente, allí solo había un coche y, teniendo en cuenta que era el vehículo del dueño de Golpes y Sangre, Harry desechó la opción de ocupar uno de sus asientos. 
—Bien. —_____ respiró hondo—. Katie e Isabelle me han dicho que irán con Evan en su coche, así que quedan dos asientos libres. ¿Queréis ir con ellos, Gael, Finth? —preguntó, señalando a los dos amigos del brother de Harry. 
Ellos asintieron gustosos y se dirigieron hacia el coche siguiendo al grandullón. Harry agradeció perder de vista aquellos puños y sintió una calma profunda que invadía su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. La chica del pelo rosa y las horripilantes gemelas ya no parecían tan malas opciones en comparación con «aquello» que acababa de marcharse. 
—¿Y cómo vamos los demás? —le preguntó a _____. 
—¡En mi super furgoneta! —respondió Marcus, mientras terminaba de liarse el décimo porro (aproximadamente) de la noche. 
—¿Tu super… qué? —Harry miró de reojo el garaje abierto de la casa de los Graham. Entonces lo entendió todo, y el mundo pareció derrumbarse bajo sus pies. 
Mientras todos caminaban directos hacia una furgoneta maltrecha y con un aire hippie, pintarrajeada de grafitis, Harry permaneció quieto en el césped de la entrada, pálido como la luna que se alzaba sobre ellos. 
_____ le tiró de la manga de la chaqueta. 
—Venga, vamos, ¿a qué esperas? 
—No pienso montar en ese estercolero con ruedas. 
—Harry, la super furgoneta de Marcus no es un estercolero —le reprochó _____. 
—¡Pero seremos como inmigrantes, todos amontonados atrás! —clamó él—. Y, además, ¡ni siquiera es legal! 
—¿Qué importa que sea legal o no?
—Verás, he trazado ciertos planes respecto a mi futuro y, como espero puedas comprender, el hecho de que la policía me encuentre en la parte trasera de una furgoneta ilegal junto a un montón de personajes estrafalarios, y siendo conducida por un Mendigo que va fumándose un porro, no es lo más aconsejable para que mis magníficos planes acaben cumpliéndose. 
_____ cerró los ojos con fuerza y se armó de paciencia. Después, sabiendo que ya todos se habían acomodado en los dos banquitos que había colocado Marcus en los extremos de la superfurgoneta, miró a Harry casi a punto de llorar. 
—¿No puedes olvidar quién eres solo una maldita noche?, ¿no puedes comportarte como un chico de dieciocho años normal y corriente? 
—No —contestó él, sin un ápice de compasión. 
—¡Harry, por favor, esta noche pretendo divertirme! No me apetece seguir siendo tu niñera. 
—Es que no lo eres. 
—¡Ya lo creo que sí! —Le miró suplicante—. Te lo ruego, Harry… 
El rostro del inglés se tornó pensativo un instante. Después, sorprendentemente, asintió en silencio y caminó junto a _____ hacia la furgoneta que, probablemente, provocaría el fin de su existencia. 
Los ojos de _____ le habían mirado de un modo tan desgarrador que casi había llegado a sentir cierta compasión hacia ella. Sacudió la cabeza, alejando esos desagradables pensamientos que provocaban que se sintiera ligeramente culpable. 
Al llegar a la puerta trasera de la superfurgoneta de Marcus, advirtieron que no quedaban sitios libres. A decir verdad, Amy ya estaba sentada sobre Charles a falta de espacio. 
—Siéntate tú encima de tu hermana —le pidió _____ a una de las gemelas. 
Quedó un hueco libre. Harry, sin demasiados miramientos, se acomodó en él. Matt, situado al fondo de la furgoneta, se giró hacia _____ y agitó una mano en el aire, llamándola. 
—Puedes sentarte aquí —le indicó, señalando sus piernas. 
Harry sintió que algo extraño comenzaba a bullir en su interior. Posiblemente, se trataba de una especie de rabia incomprensible. Así que, cuando vio que _____ subía a la furgoneta dispuesta a sentarse sobre el idiota de Matt, la cogió de la cintura y tiró de ella hacia atrás, sentándola sobre sus rodillas. 
—También puedes sentarte aquí —dijo, sin saber demasiado bien por qué narices acababa de hacer aquello—. Seguro que no pesas nada —añadió, intentando reparar el estropicio.
_____ no se movió. Y Harry descubrió que Matt apretaba la mandíbula en exceso, cabreado tras el resultado final. Charles, con la chica del pelo rosa acomodada sobre él, cerró la puerta trasera de la superfurgoneta, y Marcus se puso en marcha, adentrándose en la carretera principal de la urbanización directo hacia Helthon. 
El Mendigo les deleitó con una música desconocida, una mezcla de rock y reggae, y todos los que se encontraban en la parte trasera de la furgoneta comenzaron a beber, a excepción de Matt y Harry. Este último se animó un poco cuando _____ le tendió una botella pequeña y sin abrir de cerveza. 
Aquello no estaba bien. Él no bebía. Pero recordaba que _____ le había rogado que intentase comportarse como un chico normal de dieciocho años y supuso que, si todos allí se alcoholizaban, eso sería lo habitual y socialmente aceptado. 
Casi podía escuchar el rechinar de los dientes de Matt a distancia. Le sonrió, mientras dirigía una mano escurridiza por la cintura de _____, medio abrazándola. 
—Hay muchas curvas —le dijo. Y acto seguido fijó la vista en Matt, deseoso de ver cómo reaccionaba al respecto. Sus ojos destilaban una furia incontrolada. 
A decir verdad, a Harry no le desagradó en exceso el hecho de llevar a _____ sentada en sus piernas. Desde aquella posición (y gracias a los tirantes de la camiseta que cruzaban su espalda), podía admirar la piel que quedaba al descubierto. Tenía aspecto de ser bastante suave, y eso a él le agradaba. Respiró hondo, observando la curvatura de sus hombros y cómo su larga melena se agitaba frente a él al compás de sus movimientos. Olía a champú de frutas exóticas… olía bien. 
—¿Vas bien ahí? —le preguntó _____, volviéndose un poco. 
—Sí, tranquila. 
_____ se sentía nerviosa y cohibida. Si unas horas antes le hubieran dicho que terminaría sentada sobre el inglés, no lo habría creído de ningún modo. Le temblaban ligeramente las piernas, pero intentaba disimularlo para que él no notase lo mucho que todo aquello llegaba a afectarle. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago, exactamente en el lugar donde Harry había decidido posar una de sus grandes manos. Tomó una gran bocanada de aire y siguió hablando con Amy, intentando no advertir cómo Harry respiraba cerca —muy cerca— de su cuello, haciéndole cosquillas y produciéndole pequeños escalofríos. 
Cuando llegaron hasta Helthon y _____ se levantó de sus piernas, Harry notó la falta de calor y la siguió rápidamente. Mientras el resto bajaban de la furgoneta, sus miradas se cruzaron. Él sonrió tras descubrir que _____ tenía los mofletes rojizos y se sentía avergonzada. Le gustó aquel toque de inocencia. 
—¡Arrasemos en Butterfly! —gritó Marcus, clamando al cielo—. Eh, mirad, ahí llega Evan con los demás. 
«Evan… el gigante.» Harry observó temeroso cómo se acercaba el coche hacia ellos y aparcaba al lado. Antes de entrar en la discoteca, decidieron que tomarían unos cubatas fuera; Marcus les sirvió a todos un vaso. Harry terminó cediendo ante un poco de Vodka rojo. 
—¡Menudo cuñadito que tengo! —exclamó Marcus, pellizcándole un moflete. 
—Yo no soy tú cuñ… —comenzó a decir Harry, pero se calló inmediatamente en cuanto advirtió la amenazadora mirada de Evan, que agitó felizmente tanto a Golpes como a Sangre. Ambos eran igualmente aterradores. Harry intentó sonreírle, pero no lo consiguió. 
Por el contrario, _____ optó por ignorar los comentarios de su hermano y prefirió aclararle personalmente a Matt que en realidad ellos no estaban saliendo. Este respiró tranquilo. 
El Chico Arma se acercó y rellenó el vaso semivacío de Harry. Después le miró fijamente. 
—¿Cómo va la noche? 
—Bien, bastante bien —mintió Harry. 
_____ se había alejado de él y ahora charlaba con su grupo de amigos, a unos metros de distancia. Harry intentó encontrar una buena excusa para huir de aquel psicópata, pero antes de que se le ocurriese nada él continuó hablando. 
—_____ me ha comentado que eres muy inteligente —le informó. 
—Ah, ¿sí? ¿De veras _____ ha dicho eso de mí? —Harry le miró largamente. Abrigaba ciertas dudas al respecto—. Bueno, a mí me ha comentado que tú eras superdotado… o algo así. 
El psicópata asintió con la cabeza y le dio un trago a su cubata. 
—Yo entiendo que te sientas extraño en este ambiente —le dijo—, pero al final te acostumbras. No son mala gente —añadió, mientras ambos contemplaban cómo Marcus le arrancaba la antena a uno de los coches que había aparcado cerca. 
Por alguna extraña razón, a Harry no le sorprendió que Charles, el atracador innato, le echase una mano entre risas. 
—Ya, claro…
Intentó apartar la mirada de los ladrones y centrarse en cualquier otra cosa a su alrededor. Finalmente, volvió a mirar al Chico Arma. 
—Oye, llevas los ojos pintados de negro —advirtió. 
—En efecto. 
—¿Y puedo saber por qué? 
El psicópata se encogió de hombros y después le sonrió. 
—No sé, me gusta. 
—A las chicas también. 
—Lo sé. —Le observó con curiosidad—. Tú tienes demasiados prejuicios. 
—No, tranquilo. —Harry sacudió las manos—. Al principio pensé que _____ me lo decía en broma, pero acabo de deducir que realmente eres el más normal de toda la tribu. 
Él rió ante su comentario. Cuando Harry vio que el gigante se acercaba hacia ellos —acompañado por la Chica Cabeza Rapada—, desapareció rápidamente de allí y regresó al lado de _____, que estaba charlando con Nixie y Cloe. 
—Es que me gusta muchísimo —decía Nixie, mientras fijaba sus ojos en Marcus—. Es tan… salvaje. 
—Desde luego —afirmó Harry, convencido de ello al cien por cien. 
—Y siempre me hace reír. —Nixie suspiró, enamorada—. ¿Crees que si le insinúo algo me rechazará? 
—Lo dudo. En realidad puede que le gustes. —_____ se encogió de hombros. 
—Normalmente los chicos suelen caer ante nuestros encantos —la animó Cloe—; excepto algunos idiotas, claro —añadió, fulminando a Harry con la mirada. 
Él reprimió un escalofrío y casi se alegró cuando Marcus —todavía con la antena robada del coche en la mano— indicó que era hora de entrar en la discoteca. Todos se dirigieron hacia allí en tropel. 
Las luces de Buterffly se veían desde lejos. Un cartel enorme se alzaba en lo alto de la discoteca con su nombre. En la entrada había una cola de gente esperando que los de seguridad les permitiesen pasar; ellos se colocaron al final. 
—Creo que las únicas que aún no han cumplido los dieciocho son mi hermana y Amy —dijo Marcus. Parecía increíble que todavía pudiese hacer esos cálculos, teniendo en cuenta todo el alcohol que había ingerido—. Así que, Harry, coge a _____ de la mano, y tú, Charles, encárgate de Amy.
Harry accedió a enlazar sus dedos entre los de _____. Ella tenía la mano cálida. La joven rió tontamente ante la situación. 
—¿Aún tienes diecisiete? 
—Sí, soy de las últimas del curso en cumplir los dieciocho. —Volvió a reírse. 
—¿Ya estás borracha? —le preguntó Harry, que en realidad empezaba a sentirse contento aun en medio de la tribu (lo cual resultaba preocupante). 
—No, claro que no… —contestó ella, y se desternilló de risa; por lo cual Harry supuso que acaba de mentirle. 
_____ continuó riendo hasta que el hombre de seguridad les dejó pasar, junto con el resto (a pesar de protestar previamente por las pintas que llevaban algunos). Dentro de la discoteca el volumen de la música era ensordecedor. La gente bailaba como loca de un lado a otro, y había varias congas dispersas aquí y allá. Las luces intermitentes de colores aturdían a Harry, y le costó distinguir la barra que se alzaba al fondo del local. Se dirigió hacia ella, siguiendo a los demás y arrastrando a _____ tras él. 
—¡Yo quiero una cerveza! —gritó ella, cuando llegaron. 
—¿Piensas seguir bebiendo? —le preguntó Harry. 
—¿Y por qué no? —contestó _____—. ¡Llevaba semanas sin salir! Pediré otra para ti.
Harry iba a negarse, pero no tuvo tiempo para hacerlo. Una atractiva camarera les sirvió las dos cervezas, mientras el resto del grupo seguía pidiendo cubatas y cócteles. Harry se alegró de que las gemelas feas acorralasen a Matt, haciéndole diversas preguntas sobre su famoso libro, y consiguiendo que él no tuviese que enfrentarse a su contrincante. 
—¿Bailas? 
Bajó la cabeza y encontró a _____. ¿Acababa de preguntarle si quería bailar? No estaba demasiado seguro, así que le dio un trago largo a su cerveza y negó después con la cabeza, por si acaso. 
—¡Qué aburrido eres! —exclamó, antes de apartarse unos metros, junto con la chica del pelo rosa y sus amigas, y comenzar a bailar. 
Harry se sentó en uno de los taburetes de la barra, al lado del psicópata, y contempló cómo _____ danzaba agitando las manos al compás de la melodía. Movía las caderas lentamente y las ondulaciones del cabello seguían aquellos movimientos como si se contagiasen por todo su cuerpo. Suspiró y le dio otro trago a su cerveza. 
Instantes después, comenzó a descubrir que había una gran cantidad de chicos que, poco a poco, se iban acercando a ellas. Finalmente, uno de los jóvenes colocó las manos alrededor de la cintura de _____, y ella dejó caer los brazos sobre el cuello del chico. Los ojos grises de Harry se convirtieron en dos diminutas rendijas. No entendía qué estaba ocurriendo, tampoco entendía por qué _____ no apartaba a ese energúmeno de un brusco empujón.

«Bueno, si no lo hace ella, tendré que hacerlo yo; está claro que es por su bien. Se nota a la legua que solo pretende llevársela a la cama», pensó Harry, antes de bajar del taburete y acercarse a _____. 
No supo demasiado bien de dónde sacó el valor cuando se interpuso entre ellos y abrazó a _____, pegando su cuerpo al suyo. El chico al cual acababa de apartar de un empujón le miró con cara de pocos amigos. 
—¿Qué cojones haces, tío? —le preguntó. 
—Bailar con mi novia —respondió Harry. 
_____ le miró con los ojos desorbitados y se echó a reír. 
—Pero ¿qué dices, Harry? Tú no eres mi… 
Pero no pudo decir nada más. Los labios de Harry presionaron los suyos. A _____ le costó descubrir lo que realmente ocurría: Harry la estaba besando. 
Sintió cómo los latidos de su corazón se disparaban y se volvían mucho más rápidos. La música de la discoteca quedó amortiguada, como si alguien hubiera bajado el volumen, y la sensación de los labios de Harry junto a los suyos se tornó más real. 
Harry sujetaba con una mano su rostro, mientras la otra presionaba su espalda acercándola más hacia sí. _____ no supo por qué no lograba apartarse de su cuerpo y terminar con aquel beso. Quizá porque los labios de Harry eran cálidos y suaves; quizá porque todo él olía tremendamente bien, a menta; quizá porque sencillamente había terminado por ser partícipe de ese beso cuando finalmente entreabrió sus labios y dejó que la lengua de Harry acariciase la suya… 
_____ tenía los ojos cerrados, pero gracias al ruido advirtió que la gente aplaudía a su alrededor. Fue en ese instante cuando Harry se separó de ella y desapareció de su vista internándose entre la multitud que atestaba la discoteca. Miró a su alrededor y descubrió que eran sus amigos los que aplaudían tras presenciar aquel beso. 
Marcus se acercó a su hermana, limpiándose una lagrimilla. 
—Qué bonito —le dijo—. Me encanta Harry, creo que será el mejor cuñado del mundo. 
La joven tragó saliva despacio. Todos la miraban. Incluso Matt, cuyo rostro estaba ahora rojo y repleto de ira. Se giró, buscando a Harry, y entonces recordó que acababa de desaparecer entre el gentío. 
—Yo… —balbució, confundida—. Ahora vuelvo.
Y salió disparada de allí en la misma dirección por la que había visto partir a Harry. Se sentía extraña. Las luces la aturdían y mareaban. En realidad deseaba meterse en su cama y no pensar en lo que había ocurrido. Harry acababa de besarla. Y, peor aún, ella había correspondido. 
Se abrió paso a base de codazos, haciéndose un hueco. De pronto le agobiaba ver tanta gente a su alrededor. Supuso que Harry habría huido de la discoteca, así que se dirigió hacia la salida y, cuando abandonó el lugar, agradeció el frío de la noche y el brusco viento que le sacudió el cabello. 
No le vio por ninguna parte. Se abrazó a sí misma y comenzó a caminar hacia el sitio donde habían aparcado la furgoneta de Marcus, fingiendo no escuchar los verdes comentarios que le dedicaban un grupo de chavales. 
Distinguió su figura desde lejos. Harry estaba apoyado en la furgoneta, con gesto pensativo, y tenía la mirada clavada en el cielo estrellado. El despeinado cabello rubio contrastaba con la oscuridad de la noche. _____ se acomodó a su lado sin decir nada y también fijó sus ojos en el manto oscuro que se extendía sobre sus cabezas. 
«Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis…», comenzó a contar mentalmente las estrellas. Aquella noche había muchas, así que perdía la cuenta con facilidad y volvía a empezar. 
Habían pasado cinco minutos cuando finalmente los dedos de Harry acariciaron los suyos, despacio, casi con miedo. _____ alzó la mirada y encontró sus ojos esmeraldas.  Respiró hondo y notó cómo su estómago daba un vuelco inesperado. 
Harry quiso decirle algo, cualquier cosa. Pero no pudo. Se perdió en la inocencia de su rostro y dejó que el silencio de la noche les envolviese. 
En realidad habría podido decir muchas cosas. Como, por ejemplo, reconocer que quizá, solo quizá, acababa de darse cuenta de que sentía algo por ella. Notó que le costaba respirar mientras esa idea divagaba por su mente y prefirió pensar en otra cosa. Se puso a contar las estrellas, sin saber que _____, a su lado, hacía exactamente lo mismo. 
«… Cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis, cincuenta y siete…» El tiempo corría rápido al compás de sus cálculos. Harry casi había dejado de sentirse incómodo allí, junto a _____, cuando el resto de los amigos aparecieron calle abajo, indicándoles que era hora de volver a casa. Durante el regreso, _____ se sentó de nuevo sobre las rodillas de Harry, que ahora temblaban incontroladas. Él echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en la chapa metálica de la furgoneta, evitando así que el aroma del cabello de _____ lograse confundirle todavía más. Ni siquiera se movió conforme cada uno de los amigos se iba despidiendo de ellos cuando Marcus los dejaba en sus respectivas casas. Hicieron varias paradas, hasta que llegaron al hogar de los Graham.
Los tres entraron en la casa, y antes de perderse en el interior de su habitación, Marcus les dio las buenas noches tras dirigirles una sonrisa pícara. 
Harry permaneció serio, frente a la puerta del cuarto de _____, mientras se miraban fijamente. 
—Que descanses —le dijo _____. 
Y cuando caminó hacia su cama se tambaleó ligeramente. Harry intentó no reír, pero se acercó hasta ella para asegurarse de que no caería al suelo. Fue a destaparle la cama cuando advirtió que no estaba hecha. Frunció el entrecejo. 
—Ni siquiera has hecho la cama —se quejó. 
_____ se giró hacia él. 
—Oye, he estado muy ocupada con el cumpleaños de Marcus. 
—Ya, pero… 
—¿No puedes cerrar la boca un rato y dejar de protestar? —preguntó. Después le miró y sonrió con ternura—. Ven. 
Harry dio un paso al frente, en silencio, situándose junto a ella. Cerró los ojos cuando _____ le besó y dejó que le tumbase en la cama y le tapase, una vez él consiguió quitarse los zapatos. Harry permaneció muy quieto cuando los brazos de _____ le abrazaron, y ella acomodó el rostro sobre el hueco entre su hombro y su propio rostro. 
—Duerme conmigo —le susurró. 
Y solo cuando _____ cayó rendida en un profundo sueño, Harry alzó una mano y la pasó por su espalda, abrazándola también. Bostezó. Y se dijo que mañana sería otro día y que, seguramente, todo volvería a la normalidad.